miércoles, julio 12, 2006

Pasajero

Recuerdo haber abordado el tren a las 2.15 de la madrugada. Partiría hacia la casona vieja de Mar del Plata, herencia de la extinta aristocracia familiar. Necesitaba despejarme de las ideas que me llevaban, no pasaba un buen momento… Mejor dicho, pasaba el peor momento de mi existencia y todo parecía conspirar contra mí. Mi matrimonio caía en un abismo de frialdad desde la tragedia, sospechaba de mi mujer en cuanto a una artera traición… Todo era semilla de catástrofe. Decidí un tiempo a solas y me dispuse a tomarlo, dejé mi trabajo. Con pesar y sospechas la dejé también...
Minutos antes de partir, lo vi venir con la epiléptica dinámica del hombre apremiado y falto de organización, o con una organización no suficiente para su apuro. Se sentó justo enfrente de mí haciéndome una mueca propia de la gentilidad a los extraños, puro servilismo protocolar. Era flaco, muy flaco. De cara huesuda y ojos aindiados. Tenía un sobretodo negro con solapa de cuero. El negro de su cabello era casi azul y si bien no aparentaba más de cuarenta, sus ojos evidenciaban una sabiduría amiga del tiempo. No parecía tan inmerso en pensamientos propios, sí se notaba su efusión para entablar un diálogo baladí que nos hiciera perder la desidia del tiempo del viajero.
-¿Fuma?, preguntó.
-Le agradezco, pero recién tiré.
-Ah, perfecto. ¿No le molesta, verdad?- inquirió con el ya mentado servilismo.
-Por favor -dije con igual intención- el humo ha sido siempre un compañero.
Rió. O mejor dicho sonrió. Sin saberlo abrí una puerta para lo que vendría. Ya llevábamos unas dos horas cuando repitió su intención de acercarse.
-¿Negocios?
-No, no. Simplemente un tiempo a solas.-agregué con cierto tono, desconfiado diría.
-Ah, suerte la suya, yo no paro nunca... A veces me pregunto para qué corno me habré metido en este trabajo...
-¿Viajante, verdad? -aduje con la propia inocencia de un niño.
-Puede decirse... Nunca estoy en un solo lugar. -contestó con misticismo- Sabe, es muy difícil lo que hago. A mí me tocó Buenos Aires, siempre me necesitan de algún rincón. Los únicos que me pueden entender son los colegas de Córdoba y hasta por ahí Lamparte, que trabaja Rosario. El resto de mis colegas tienen un pasar mejor.
-Seguro -contesté casi sin mirarlo- es difícil estar a cargo. Pero me imagino tendrá sus subordinados que lo ayudarán.
-Pero igual hay que estar -exclamó con ironía... Sentí que había dicho algo impropio. Me di cuenta que no sabía de que hablábamos, mas por ser un viajante quien seguro está acostumbrado a aburrirse como un hongo todos los días, no quise cortar una de las posibilidades que tenía el pobre diablo de tener la compañía de un ser humano. Sus ojos denotaban una cantidad de horas de ruta que se pueden percibir en el roncar de los motores cansados de aquellos taxis viejos que siguen dando vueltas por la ciudad. No puedo negar que la curiosidad me carcomía de a poco, pues el paisaje nocturno no era más interesante que su manera de revolear los ojos cada vez que empezaba una frase. Debo decir que de una manera lúdica me atrajo ese gesto, el tipo era una biblioteca de expresión física. Cual dijo, no paraba un instante, mi credulidad es hija de su manera de tener gestos, modismos, etc. No me agradan los extraños, igual, decidí seguir la comedia.
-Su vida en cambio es bastante simple y fácil-dijo con una sonrisa socarrona-
-¿Discúlpeme? -inquirí con cierta rabia- Cómo se atreve a hacer tal conjetura...
-No se enoje, déjeme explicarle -dijo rápidamente...
-No le permito, si usted supiera el momento que paso, o mejor aún -agregué ahora con tono moralista- sin saberlo, debería callar en vez de juzgar sin saber. ¿O acaso me va a decir que es adivino también? -evidencié que su conjuro era tan certero que me provocaba una furia incontenible... Recuerdo su risa vacía, insonora y propia de unos pulmones gastados por el vicio y la noche.
-Epa, amigo, no se acalore... Le ofrezco mis disculpas si lo ofendí. Tiene razón, usted perdió un hijo hace menos de un año. Y si tenemos en cuenta que su vida es vacía, aferrado a una mujer que no sabe si lo quiere y además con crecientes sospechas sobre la moral de la misma... Jodido, amigo lo entiendo. Pero no se me enoje así…
Su cara esbozaba la seguridad propia de los eruditos, y me hablaba con la humildad de una celebridad.
Mi estupor no pudo ser mayor. Jamás nadie conocía estos sentimientos, no pude ni confesarlos a mi terapeuta. Era cierto que había perdido un hijo al instante de haber nacido. Era cierto que mi mujer me daba cariño, mas yo no sabía si me amaba. Era cierto que dudaba de su fidelidad. Nadie, y compréndame lector, nadie lo sabía. Ni siquiera mis mejores amigos de la infancia con quien tuve la suerte de continuar la vida. Con temor lo miré a los ojos con la expresión propia de darle permiso para proseguir. Entendió con la perspicacia de un zorro.
-Además, nunca resolvió eso que tiene con su padre. Su admiración es insalubre Sr. Olavez. -dijo como dando cátedra de un apunte ya releído mil veces- Y verlo postrado como está no es fácil, saber lo que usted sabe sobre él, lo que le hizo a su madre… Usted, Olavez, todavía cree que su padre puede todo, como cuando niño. Es su superhéroe aún y por otro lado lo odia, se alegra de su salud...
-¿Quién carajo es usted? -interrogué tratando de poner cortina a mi miedo, de esconderme tras un reaccionario hombre.
Suspendió el ritual de encender su cigarrillo y me dijo:
- Todo a su tiempo Olavez, por cierto, ¿Me permite llamarlo Gustavo? -atiné a asentir como un niño ante la pregunta de un ilusionista, y aseguro que a este punto ya me aferraba a esa idea mientras intentaba esconder mi estupor bajo una cara pendenciera.
-Gustavo, usted está viajando para escaparse de la idea que ronda en su cabeza y, ¿Sabe qué?... NO VA A PODER -sentenció- Además, con la cantidad de deudas que contrajo... Usted es carne de cañón. Debe más de lo que puede ganar, tiene más de lo que puede amar y encima sufre más de lo que puede soportar. Gustavo, usted es el proyecto más común del mundo, la gente como usted me hace más fácil mi trabajo, vio. Usted es ya un muerto que camina. Sienta el dolor que lleva dentro amigo, no se va a escapar de eso...
Lloré secamente. Sentí mi pecho explotar y lo miré con un solo pensamiento...
-Si no le digo que yo sea ejemplo... Pero usted... Usted ya está, es un trabajo hecho.
Llorando lo mire con odio, me paré y me fui corriendo tres, o tal vez cien vagones. Busqué al guarda, algún pasajero perdido... Nada. Vacío el tren en su viaje monótono.
A pesar de haberme alejado, sentía todavía como seguía monologando sobre mí vida. Sentía sus palabras y cada una de ellas, escogidas con artera coherencia, provocaban un dolor indescriptible en mi alma, y siempre me describía como un trabajo. Perdido entre el fordismo agobiante de asientos, me tiré del tren.
Creo haber sentido un impacto en la cabeza, del lado izquierdo entre el ojo y la sien mientras rodaba sobre las vías. No sé cuanto tiempo estuve desmayado. Sólo sé que el alba ya se había adueñado de la oscuridad cuando abrí los ojos. Un enorme desierto, casi épico, de esos intransitables en tiempos de Set, se yerguía ante mi. No había un sonido más que ese tipo de silencio que se puede oír, y mis ojos eran cegados por una luz intermitente. Lo vi arrastrarse de una manera ofídica, no era un movimiento propio, si evidenciaba todavía su dinámica ya mentada, me pasó lo mismo que con ver una araña. Comenzó a devorarme sin siquiera masticar, lentamente como quien saborea el temor de la presa que no puede más que entregarse. Atónito no opuse resistencia.
Lo último que escuché fue su risa ronca, enardecida por sentirla desde su interior, de una oscuridad tremenda y con vetas verdes. Desperté en el baño de la estación con una hoja de afeitar clavada en el antebrazo izquierdo, borrosamente vi la vastedad de mi sangre tiñendo el piso blanco y negro. Asombrado por mi realidad, me desvanecí una última vez más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca se va tan lejos, como cuando no se sabe a dónde se va.
O.Cromwel
....................................
Siga pariendo así Maxi..!besos y cariños
.....Pantis......

Anónimo dijo...

Hola Massi... Muy lindo su cuentico... No esperaba menos de usted tampoco...
Le dejo mis felicitaciones, saludos, besos, abrazos, cariños y demases...

Anónimo dijo...

Escribe muy lindo Massi, quien dijo q lo largo no se aprecia? Leer hasta el final valio la pena. Le mando saludos.